Hace tan sólo unos días, leía acerca de una exposición que se inauguraba en Berlín acerca de la arquitectura del Tercer Reich, la arquitectura de la Alemania nazi, protagonizada por el arquitecto Albert Speer. Berlín, hoy por hoy, cuenta con grandes obras de los más importantes arquitectos actuales, como la renovación del Reichstag por Norman Foster, el Museo Judío de Daniel Libeskind que aquí recogimos en un post o la sede de DZ Bank de Frank Ghery. Hoy nos remontamos al pasado y os traemos este post que hace una reflexión sobre el adoctrinamiento de la propuesta arquitectónica de Speer y sus fatales consecuencias.
La arquitectura que se llevó acabo durante la dictadura nazi es el resultado de varias circunstancias, una de ellas es la ''responsabilidad cívica e histórica'' de su propulsor, Hitler. El führer llegó a afirmar en su libro, Mein Kampf: Si Berlín sufriera el mismo destino que Roma, las generaciones futuras no verían más que los grandes almacenes judíos y cadenas hoteleras como monumentos característicos de nuestra civilización actual. Tal y como recoge en sus palabras, Hitler y el nazismo tendrán como referente Roma, cogerán de ella la estética y la parafernalia del Imperio, y la adaptarán a Berlín. Además, otra de las circunstancias fue el rechazo de Hitler hacia las nuevas vanguardias arquitectónicas, postuladas por Bruno Taut, Eric Mendelshon y Walter Gropius, entre otros.
En 1933, Hitler redacta una lista de edificios e infraestructuras con las que debía contar Berlín: un estadio olímpico, una gran avenida para la celebración de desfiles, rodeada de edificios del partido, un arco del triunfo, una gran sala de congresos, grandes explanadas, etc. Como ejemplo de esta fiebre constructora, en 1934 se presupuestó en 28 millones de marcos la ampliación de un estadio olímpico, que finalmente, costaría a las arcas estatales 77 millones. Este estadio fue proyectado por el estudio de Werner March, y se pensó en utilizar cemento y tabiques de cristal, sin embargo, tales modernidades no serían del gusto de Hitler, quien montó en cólera. La idea que Hitler había imaginado se basaba en el uso de la piedra y la simetría, la construcción de espacios diáfanos para ser rellenados, a su vez, por las esculturas de Arno Breker.
A partir de 1937, Hitler dejaría en manos del arquitecto de 32 años, Albert Speer, la arquitectura del régimen. Hijo de arquitectos, se le daban muy bien las matemáticas, pero terminaría estudiando Arquitectura, tal vez, para agradar a su padre. Fue voluntario durante la campaña electoral y por ello, posteriormente, sería enrolado por Goebbels para reformar la sede del Ministerio de propaganda nazi y su nueva residencia.
En sus memorias, el arquitecto Speer recoge lo que uno de sus profesores de la Escuela Técnica Superior de Berlín le comentó sobre sus proyectos: ¿Cree usted que ha logrado algo? Causa efecto, eso es todo.
Albert Speer contaría con la amistad de Hitler, o al menos, mantenían una relación cercana y buena, tal vez se debiera, como Speer se pregunta: si proyectó en mí su frustrado sueño juvenil de convertirse en arquitecto.
El mismo día del cumpleaños de Hitler, el 20 de abril de 1937, Speer le mostró sus proyectos con maquetas iluminadas de al menos tres metros de altura, instaladas en los jardínes de la Cancillería. Nunca seremos lo suficientemente conscientes para reflexionar sobre las consecuencias reales de aquellos proyectos en cuanto a demoliciones, expropiaciones y sobre todo, esclavitud judía. Las SS, la guardia nazi, levantó la mayor planta de ladrillos del mundo muy cerca de Berlín, donde muchos de los presos judíos que allí trabajaban fueron asesinados o muertos de agotamiento, por las duras condiciones de los trabajos.
¿Qué os ha parecido el post de hoy?
¿ Conocíais ya la arquitectura de Speer?¿y su historia?
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¡Buen lunes!
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